Sabemos que el Ceibo es la Flor Nacional de Argentina, lo que muchos
desconocen es que esa bella flor encierra una historia que se remonta a
los tiempos de la conquista.
Según la leyenda, a orillas del
caudaloso Paraná vivía pacíficamente una doncella indígena, cuyas
características físicas varía según el relato. Lo que todos concuerdan
es que tenía una bella voz y deleitaba a los miembros de su comunidad
con cánticos ancestrales. Algunas canciones, incluso de su autoría,
honraban a sus deidades, a los ancestros y a la tierra bendita que
habitaban, lo que agradaba a sus dioses, quienes interrumpían sus tareas
divinas para escucharla.
La llegada de los barbados blancos cambió
todo, ya que comenzaron las guerras. Su tribu y las vecinas fueron
arrasadas por el armamento superior de los cristianos, quienes les
arrebataron sus tierras, los ídolos que adoraban y su libertad.
La joven, recordada por los europeos con el nombre de Anahí fue llevada cautiva junto con otros indígenas.
El tiempo que pasó en la esclavitud de aquellos malvados fue
terrible. Tuvo que soportar humillaciones sin cuento, golpes e insultos.
Añoraba los bosques llenos de vida en los que se había criado y los
brazos de agua que alimentaban el gran río.
Un día decidió huir;
esperó que el centinela se durmiera y escapó sigilosamente, pero para
su desgracia se topó con una partida que regresaba a la población. Uno
de los soldadotes, quiso abusarse de ella, quién logró zafar de su
acometida y quitándole el puñal que llevaba en la cintura, hundió el
puñal en el pecho del agresor. De inmediato fue apresada.
El
capitán del grupo, como escarmiento para los otros cautivos, impuso a la
mujer el castigo de muerte en la hoguera, crueldad que se remontaba a
los tiempos de la cacería de brujas.
La ataron de pies y manos a un
árbol, rodeándola de leña y paja seca. Mientras, Anahí comenzó a cantar
una celestial melodía que sobrecogió a todos. Aun así el conquistador
ordenó que se iniciara el fuego, el que brotó con violencia inusitada;
pero las llamas parecían no querer alargar sus lenguas mortales hacia la
doncella.
Ella continuó con su cántico, ignorando el dolor de ese
fuego cuyo calor era ya lacerante. Sufrió sin emitir gemido de dolor
alguno.
Los dioses se asomaron desde los balcones de sus palacios y
observaron acongojados la valentía e integridad de la joven…fue así
que, cuando el fuego inexorablemente comenzó a subir, Anahí se fue
convirtiendo en árbol consustanciándose con el tronco a la que estaba
atada. Ello a la vista de los presentes, testigos de un asombroso
milagro que dejó a todos maravillados.
Al amanecer, los soldados
se encontraron ante un espectáculo indescriptible. En el lugar de la
cremación había surgido en todo su esplendor un árbol de hojas de
reluciente verde; pero lo que asombraba eran las flores rojas
aterciopeladas, de rojo intenso y belleza sobrecogedora.
De inmediato se identificó al árbol como símbolo de valentía y fortaleza ante el sufrimiento.
Autor: José M.Posse
Nota: La flor nacional de Argentina es el ceibo, cuyo nombre científico
es Erythrina crista-galli. El 23 de diciembre de 1942 mediante el
decreto 138474 del Poder Ejecutivo fue declarada como tal por Argentina.
Al ceibo también se lo conoce por los nombres de seibo, seíbo, gallito
obucaré. Es, asimismo, la flor nacional del Uruguay.
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