Don Bernabé Aráoz |
( Días previos a la Batalla de Salta)
El 13 de enero de 1813 empezó a moverse, desde Tucumán y en forma
escalonada el Ejército del Norte, con 3.000 hombres dispuestos a caer
sobre Tristán en Salta. Primero partió el regimiento de Cazadores, luego
todos los de Infantería y por último la caballería de los Dragones, así
como las milicias tucumanas que mandaba Bernabé Aráoz.
Antes de
salir, Belgrano había hecho rezar funerales por los caídos el 24 de
septiembre. Cada oficial y cada soldado recibió, asimismo, uno de los
escapularios de La Merced enviados por las religiosas de Buenos Aires.
"Vinieron a ser -dice Bartolomé Mitre- una divisa de guerra en la
campaña que iba a abrirse".
Campaña que tenía ya un buen
auspicio, con el triunfo del general José Rondeau en el Cerrito de
Montevideo, el 31 de diciembre de 1812. Y muy pronto tendría otro, con
la pequeña pero contundente victoria del coronel José de San Martín
sobre los realistas, el 3 de febrero, en las barrancas de San Lorenzo,
sobre el Paraná.
La fuerza arribó al río Pasaje. Estaba crecido,
pero pudieron cruzarlo en "dos o tres días de maniobras", dice Gregorio
Aráoz de la Madrid en sus memorias. Narra que con ese fin, "se
construyeron balsas, dos botes o grandes canoas y se colocó una gran
cuerda por una y otra banda del río, asegurada por grandes maderas que
se fijaron al efecto". Según corrige el realista Mendizábal, el cruce
demandó ocho días. De cualquier manera, atravesó las torrentosas aguas
del río el Ejército de Norte, con todos sus soldados, sus caballos, sus
10 piezas de artillería y sus 50 carretas, sin que apareciera un solo
explorador de Tristán en sus inmediaciones.
Juramento en el Pasaje
Cumplido el cruce, el 13 de febrero de 1813 (es decir, hace dos
siglos), Belgrano dispuso realizar, sobre la margen norte, la ceremonia
de juramento a la Asamblea General Constituyente, que el 31 de enero se
había instalado, con toda solemnidad, en Buenos Aires.
Esto porque Belgrano había resuelto aprovechar la
ocasión para que, simultáneamente, se jurase tanto la obediencia a la
Asamblea como a esa bandera que el Gobierno le había obligado a esconder
cuando la creó, y que él reservaba para "una gran victoria". Había sido
"gran victoria" la de Tucumán, y estaba seguro de que el nuevo gobierno
no lo desautorizaría esta vez.
Desenvainando su espada, el
general prestó el juramento; lo tomó luego a los jefes de cuerpo -a los
cuales se incorporó, recién llegado de Buenos Aires, el coronel Martín
Rodríguez- y finalmente a la tropa, que respondió con un cerrado "Sí,
juro". Luego, narra Mitre, "colocando su espada horizontalmente sobre el
asta de la bandera, desfilaron sucesivamente todos los soldados y
besaron, uno por uno, aquella cruz militar, sellando con su beso el
juramento que acababan de prestar".
Paz recordaba que, dado lo
largo del trámite, Belgrano fue reemplazado en el sostén de la espada,
primero por Rodríguez y luego por otros oficiales superiores. Al
terminar el acto, el general hizo grabar con un escoplo, sobre el gran
árbol que se alzaba en la margen, la inscripción "Río del Juramento".
Fue el nombre que desde entonces reemplazó al antiguo de Pasaje.
Fuente: Dr. José María Posse - Tucumanos en la Batalla de Tucumán. Tucumán 2012.-
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