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domingo, 21 de septiembre de 2014

El Ejército de Langostas

Cuenta la tradición de nuestros mayores, que en ese momento, en el que todo parecía perdido, aconteció un hecho que ha quedado en la leyenda, por lo curioso y casual o causal... en medio de la refriega, se levantó una tromba de viento, común para la época, que llevó consigo un gran tierral que levantó una manga de langostas, sorprendiendo a los realistas . 


Cabe destacar y aclarar que las invasiones de langostas se sucedieron hasta bien entrado el siglo XX, cuando el DDT y otros insecticidazas erradicaron a los dañinos insectos. Estos fenómenos naturales eran desconocidos para los soldados de Tristán, quienes en su gran mayoría venían del Alto Perú. En aquella aridez, es claro que las langostas no prosperan, por tanto el portento les pareció dantesco. 

Según la tradición oral transmitida por nuestros mayores, los zurrones al estrellarse en sus cuerpos, les hacían sentir que eran atacados a balazos o pedradas, con lo cual pararon en seco su avance.

Fue el momento más crítico. El ala izquierda española, librada de la caballería y apoyada por el batallón extra, arrolló a la columna de infantes patriotas de José Superí. Sobre la izquierda, formó los cuadros y se dispuso a atacar. Por su parte Tristán, antes arrollado por sus fugitivos hasta El Manantial, reorganizaba a toda prisa su tropa para embestir con la caballería, con lo cual destrozaría el centro, partiendo en dos el ejército rebelde, cuyo flanco izquierdo apenas ya se sostenía.

Entonces, el mayor general Eustaquio Díaz Vélez, segundo al mando, tomó una inteligente decisión. Sus hombres habían capturado la mitad de la artillería enemiga, tenían más de 500 prisioneros y en su momento habían roto en tres puntos la línea española. Pero avizoraba las consecuencias que podía tener el martillo formado sobre la izquierda, y con sus catalejos, de seguro ya advertía el reagrupamiento de la caballería enemiga. Para colmo de males no podía conectarse con Belgrano. 
Resolvió entonces replegarse a la ciudad, para poner a buen recaudo la artillería y los presos. Confiaba en resistir desde la plaza fortificada, lo que era ajustarse al plan inicial. Como pudo arrastró tras de sí a aquél tropel de hombres y animales que se separaban de sus líneas.

En esos momentos ocurrió algo bastante curioso, el resto del convoy de bastimentos, parque, víveres y municiones de los realistas, entró pacíficamente a San Miguel de Tucumán por el otro extremo, creyendo que ya estaba tomada. Los defensores de la ciudad los capturaron de inmediato en medio de la lógica algarabía .


Fuente: José María Posse. "Tucumanos en la Batalla de Tucumán". Tucumán 2012.-

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