Cuenta la tradición de nuestros mayores, que en ese momento, en el
que todo parecía perdido, aconteció un hecho que ha quedado en la
leyenda, por lo curioso y casual o causal... en medio de la refriega, se
levantó una tromba de viento, común para la época, que llevó consigo un
gran tierral que levantó una manga de langostas, sorprendiendo a los
realistas .
Cabe destacar y aclarar que las invasiones de
langostas se sucedieron hasta bien entrado el siglo XX, cuando el DDT y
otros insecticidazas erradicaron a los dañinos insectos. Estos fenómenos
naturales eran desconocidos para los soldados de Tristán, quienes en su
gran mayoría venían del Alto Perú. En aquella aridez, es claro que las
langostas no prosperan, por tanto el portento les pareció dantesco.
Según la tradición oral transmitida por nuestros mayores, los
zurrones al estrellarse en sus cuerpos, les hacían sentir que eran
atacados a balazos o pedradas, con lo cual pararon en seco su avance.
Fue el momento más crítico. El ala izquierda española, librada de la
caballería y apoyada por el batallón extra, arrolló a la columna de
infantes patriotas de José Superí. Sobre la izquierda, formó los cuadros
y se dispuso a atacar. Por su parte Tristán, antes arrollado por sus
fugitivos hasta El Manantial, reorganizaba a toda prisa su tropa para
embestir con la caballería, con lo cual destrozaría el centro, partiendo
en dos el ejército rebelde, cuyo flanco izquierdo apenas ya se
sostenía.
Entonces, el mayor general Eustaquio Díaz Vélez,
segundo al mando, tomó una inteligente decisión. Sus hombres habían
capturado la mitad de la artillería enemiga, tenían más de 500
prisioneros y en su momento habían roto en tres puntos la línea
española. Pero avizoraba las consecuencias que podía tener el martillo
formado sobre la izquierda, y con sus catalejos, de seguro ya advertía
el reagrupamiento de la caballería enemiga. Para colmo de males no podía
conectarse con Belgrano.
Resolvió entonces replegarse a la ciudad, para
poner a buen recaudo la artillería y los presos. Confiaba en resistir
desde la plaza fortificada, lo que era ajustarse al plan inicial. Como
pudo arrastró tras de sí a aquél tropel de hombres y animales que se
separaban de sus líneas.
En esos momentos ocurrió algo bastante
curioso, el resto del convoy de bastimentos, parque, víveres y
municiones de los realistas, entró pacíficamente a San Miguel de Tucumán
por el otro extremo, creyendo que ya estaba tomada. Los defensores de
la ciudad los capturaron de inmediato en medio de la lógica algarabía .
Fuente: José María Posse. "Tucumanos en la Batalla de Tucumán". Tucumán 2012.-
hola como estas? gracias por este blog guia de estambul
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