Doña María Pía de Borbón, Infanta de España y Portugal |
Con la reciente coronación de Felipe de Borbón como Felipe VI de España,
cuyo antepasado Felipe V (1683-1746), tuvo una descendiente llamada María Pía de Borbón y Madán que se
casó con el tucumano Rafael Padilla Ávila, vamos a comentar este curioso parentesco que une a una familia tucumana y borbones
La genealogía de la Infanta
Doña María Pía (1888-1969), era hija de don Pedro de Alcántara de Borbón y
Borbón, I Duque del Dúrcal y de doña María de la Caridad de Madán y Uriondo,
nieta paterna de don Sebastián de Borbón y doña María Cristina de Borbón, nieta
materna de doña Juan Antonio de Madán y Uriondo, gobernador militar en Cuba y
de doña Francisco de Uriondo y Saavedra.
El infante don Sebastián de Borbón era hijo de don Pedro Carlos de Carlos de
Borbón (nieto de don Carlos III de Borbón Parma, Rey de España, por línea
paterna y por la materna de don Pedro III, Rey de Portugal) de doña María
Teresa de Braganza y Borbón (hija de don Juan VI de Portugal, nieta paterna de don
Pedro III, nieta materna de don Carlos IV de España y bisnieta materna de don Carlos
III de España)
Felipe V |
Y por supuesto Carlos III de España era hijo de don Felipe V de España y de
doña Isabel de Parma
Por la parte materna doña María Pía, tenía antecedentes de Irlandeses
emigrados a las Islas Canarias, y de vascos también radicados en las islas Canarias.
En mayo de 1907, sobresaltó las crónicas sociales de la Argentina una
noticia sensacional. El tucumano Rafael Padilla se casaba nada menos que con
una princesa de sangre real, doña María Pía de Borbón. La historia del asunto y
la trayectoria del protagonista merecen contarse.
El novio tenía entonces 22 años. Sus padres eran don Isaías Padilla y doña
Mercedes Ávila. Era el segundo de seis hermanos. Don Isaías era dueño, con su
hermano José, del ingenio Mercedes, que había instalado su abuelo Manuel Miguel
hacia 1840. Desde adolescente, Rafael se hizo popular por su gran simpatía y su
destreza para escribir en prosa y en verso. No terminó el bachillerato que
inició en el Colegio Nacional y pasó a Buenos Aires.
Allí tenía muchos amigos, y pronto se le presentó la ocasión de un empleo en
la diplomacia. No la desaprovecharía. Gestionó y obtuvo la designación de
agregado a la legación argentina en Madrid, con el brumoso encargo de estudiar
documentos del Archivo de Indias. Una tarea nada exigente, que le permitió
disfrutar a fondo las variadas diversiones que ofrecía la capital española bajo
el reinado de Alfonso XIII.
Elegante y apuesto –gruesos bigotes, pelo renegrido y ojos vivaces-, pronto
se movió como pez en el agua en los círculos de la diplomacia y en las peñas
literarias. Frecuentaba las célebres tertulias del Café de Fornos, y compartía
mesas con figuras como Ramón del Valle Inclán, Rubén Darío, Jacinto Benavente,
José Echegaray, Gregorio Martínez Sierra o José María Linares Rivas. También
escribía cuentos, obras de teatro y columnas periodísticas.
Isabel de Parma |
Salvador Rueda prologó dos de sus libros: “Incógnita” y “A través de la
España literaria”. Su “Carlota Corday”, impreso en París, llevaba prólogo de
Francisco de Villaespasa.
Cuando apareció su drama “Leonor”, en lujosa edición con prólogo de José
Santos Chocano y grabados, Valle Inclán elogió al autor en una carta que
difundió la prensa. El gran escritor afirmaba que Padilla, por su producción,
“tiene ya un nombre en América”. Se complacía de que la Argentina supiera
“exaltar a sus hombres de mérito y confiarles puestos de representación dentro
y fuera del país”.
Padilla, decía, “con su bagaje de arte”, representaba “a un gran pueblo” y
“al mismo tiempo que entre nosotros pasea sus galones oficiales, es, en la
tertulia literaria y en el círculo artístico, un hombre conocido y estimado”.
Los periódicos se ocupaban con frecuencia de Padilla. Lo mencionaban entre
los asistentes a recepciones tanto como comentaban sus libros. Alguna vez
cronicaron un duelo: el que mantuvo en Málaga, a pistola y sin consecuencias,
con el escritor Enrique López Alarcón. El aristocrático Círculo de Armas de
Madrid lo incorporó como socio honorario.
Al parecer, fue en una recepción de la Embajada de Austria donde Padilla
conoció, en 1905, a la Da. María Pía de Borbón, que tenía 17 años por
entonces. Hija Dn Pedro de Borbón y Borbón, primer duque de Durcal y
Grande de España, era prima en cuarto grado de Alfonso XIII. Conversaron,
bailaron, empezaron a frecuentarse en fiestas y paseos. Padilla desplegaba a
toda vela su irresistible encanto tucumano. El flechazo hizo blanco. Dos años
después se convertían en marido y mujer. Padilla negó que los Borbón se le
opusieran: eran rumores, “sólo campanas al aire, que no se sabe quién las
tocó”, declaró a “El Orden”.
“Mamá tenía 17 años cuando papá la conoció. Era preciosa. Vivía en la corte
y tenía un montón de festejantes, casi todos primos de ella. Papá la conoció,
se enamoraron y se casaron. Fue un escándalo, porque ¿quién era, de dónde era
este joven que se casaba con ella?”, recordaría muchos años más tarde su hija
Isabel, en un reportaje de 1985 en “La Nación”.
La ceremonia fue el 26 de mayo de 1907. El poeta Chocano dedicó una
felicitación fervorosa a Padilla por el casamiento. En una larga carta, declaró
que “su triunfo epitalámico es para mí motivo de regocijo americanista. Porque
al éxito de los poetas nuestros que llegan aquí a tomar por su mano la rama de
laurel, es justo agregar el de este conquistador argentino que toma por la suya
la flor de lis borbónica”.
Poco después de la boda Padilla-Borbón, el doctor Eduardo Wilde fue
designado ministro argentino en Madrid. Cuenta su biógrafa Maxine Hanon, que
mantuvo a Padilla en la legación, “continuando con su misión en el archivo de
Indias y de vez en cuando le servía de secretario privado”. En 1909, editó
“España actual”, libro elogiado por Benavente y por Vicente Blasco Ibáñez.
Además, era redactor del periódico “La Monarquía” y de la revista “España y
la Argentina”. Después del Centenario, informa Hanon, publicó “Sangre
argentina”. Era “un libro de desagravio que contenía una serie de artículos de
defensa patria, ya publicados en diversos diarios, contra ataques españoles en
todos los campos, desde lo político a lo cultural”.
Corría 1911 cuando Padilla dijo adiós a la diplomacia y se embarcó rumbo a
la Argentina, sin sospechar que iniciaba su lenta declinación. Ya tenía dos
hijos nacidos en Madrid: María Pía, luego esposa de Hugo Wilson, e Isabel,
luego esposa de José Manuel Berreta Moreno.
Se radicaron en Tucumán, primero en la calle Las Heras (actual San Martín)
981, y luego en la casa de 25 de Mayo 785 que existe hasta hoy, aunque con el
frente modificado. Allí nació su tercero y último hijo, Rafael, que se casó
sucesivamente con Regina Coelho de Lisboa Matarazzo y con Elena Fernández
Concha.
Don Rafael Padilla Ávila |
La condición de monárquico y conservador de Padilla, no le impidió afiliarse
a la Unión Cívica Radical. El nuevo partido presentaba mejores oportunidades
para iniciar esa carrera pública que ambicionaba, y que resultaría bastante
módica. En 1917, perdió por un voto la candidatura a intendente municipal y, en
los finales del gobierno de Juan Bautista Bascary, se desempeñó (junio de 1919)
como jefe de Policía. En 1924, vio con orgullo que el príncipe Humberto de
Saboya, en su visita a Tucumán, distinguía especialmente a doña María Pía en
los agasajos que le ofrecieron.
Creó y dirigió la revista “La Raza” y luego “La Victoria”, en 1919. Pero,
narraría su hija, con la publicación “se fundió caballerosamente, como debe
fundirse todo señor, porque era muy lírico y se metió en política”.
Comenzaba la década de 1930 cuando el matrimonio se separó. Doña María Pía
se radicó en Buenos Aires con sus hijos, mientras Rafael quedaba viviendo en
Tucumán. Fue en 1930 secretario del interventor municipal Ercolino Lemme, y
pocos años después obtuvo una banca de diputado por el departamento Capital. Nunca
dejó de escribir. Durante un tiempo, en 1931, firmaba en LA GACETA la columna
“Cartas de un salvaje”, y en 1932 estrenó en el teatro Alberdi su obra “Indio
perro”, que pintaba las desventuras de un trabajador de ingenio. Los años
siguieron pasando. Ya iniciado 1943, la editorial tucumana “La Raza” le
imprimió el voluminoso “Andanzas y aventuras de don Sebastián de la Escollera”,
abundante en referencias autobiográficas.
Ya por entonces la vida se le había vuelto dura, forzado a mantenerse con
ingresos muy ajustados. Se trasladó a vivir a una modesta casa en el campo, en
Las Tipas, y presidió un tiempo la Comisión de Higiene y Fomento de Lules.
Su amigo y admirador, don Vicente Nasca lo recordaba en esa época, ataviado
con chambergo y poncho.
Todas las noches presidía una mesa de conversadores en
la confitería de Lules. Solía encantar a los contertulios con relatos de los
años felices, y anécdotas de los literatos de renombre que había tratado allá
en los despreocupados tiempos de la diplomacia.
Rafael Padilla falleció en Tucumán el 23 de abril de 1944. LA GACETA, en la
nota necrológica, lo pintó como “hombre de inquietudes y de sensibilidad”; un
“hábil conversador y viajero de múltiples observaciones, con algo de bohemia en
sus actitudes”.
En cuanto a doña María Pía, afincada siempre en Buenos Aires, sobrevivió
largamente a su marido. El rey Alfonso XIII la nombró representante de la Corte
de España ante las sociedades peninsulares de beneficencia de la Argentina.
Presidió también la comisión del Museo Larreta, del cual su hija, la arquitecta
Isabel Padilla y Borbón de Berreta Moreno, sería memorable directora.
En 1967, a los 79 años, se casó por segunda vez, con el diplomático
Guillermo de Achával, y empezó a escribir un libro de recuerdos, “Sombras que
van conmigo”. Falleció el 14 de julio de 1969. Ninguno de sus hijos le dio
nietos
Si bien Da. María Pía, no era ni princesa, ni infanta por cuestiones dinásticas. En la sociedad le reconocían honoríficamente esos títulos.
Fuentes:
1)
Raul Hill – El tucumano y la Princesa – Grupo de
Facebook Genealogía Familiar
3)
Mateos Sáinz de
Medrano, Ricardo. Los Desconocidos Infantes de España. Thassalia, 1996
4) Imagen Museo Larreta wikipedia
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