México, 1864. Cuando el pelotón de fusilamiento hizo su última descarga, Maximiliano de Habsburgo empezó una nueva vida.A cambio de no revelar jamás su identidad, Juárez, masón como el archiduque, le perdonó la vida y le dio un salvoconducto paraEl Salvador donde el emperador vivió bajo el nombre de Justo Armas. Así lo asegura el investigador Rolando Deneke que durante quince años ha reunido numerosas pruebas que cambian el rumbo de la historia.
Benito Juárez publicó un edicto poco
después de que Maximiliano de Habsburgo fuera fusilado en el Cerro de
Las Campanas en Querátero en 1864 junto a los generales Mejías y
Miramón. El escueto comunicado decía que «el Archiduque Fernando
Maximiliano José de Austria había sido hecho justo por las armas». Poco
tiempo después, apareció en El Salvador un hombre culto, elegante y de
esmerada educación, que se hacía llamar Justo Armas y que pronto llegó a
convertirse en un personaje muy apreciado dentro de la alta sociedad
salvadoreña. Este hombre, que guardaba un parecido asombroso con el
emperador de México, siempre se mostró reació a contestar cualquier
pregunta que se le hiciera sobre su pasado y solía presentarse a sí
mismo como el único superviviente de un gran naufragio.
QUINCE AÑOS DE INVESTIGACIONES
Después
de quince años de intensas y dilatadas investigaciones en El Salvador,
Bélgica, Francia, México y Austria, Rolando Deneke, arquitecto de
profesión pero apasionado por la historia, no tiene ninguna duda de que
Justo Armas y Maximiliano de Austria eran una misma persona. La primera
noticia de esta doble identidad la tuvo cuando era pequeño, pues su
abuela Consuelo le contaba a menudo «cosas de Don Justo, a quien había
conocido mi bisabuela Abelina. Ella insistía en que Justo Armas había
sido el emperador de México y yo no cuestioné nunca esta historia por
respeto, aunque no la creía. Pero a medida que crecía me fui interesando
cada vez más por la historia y cuando tuve la oportunidad de visitar
Austria aproveché el viaje para obtener datos y lo mismo hice en otros
países. Ahora ya no me cabe ninguna duda».
Deneke ha
encontrado documentación que muestra que Justo Armas ya estaba
establecido en San Salvador en 1870. Cuando llegó a este país fue
acogido por Gregorio Arbizú, vicepresidente y canciller en el Gobierno
del presidente Francisco Dueñas y masón. Desde entonces y hasta su
muerte Armas fue asesor de todos los presidentes de El Salvador y se
encargó del protocolo de la cancillería y también de dirigir los
servicios de los banquetes diplomáticos.
«Llamaba
mucho la atención —afirma Deneke—, porque, a pesar de ser un hombre
impecablemente vestido y de exquisito trato, no usaba calzado;
elegantemente vestido recorría las calles de San Salvador y dirigía el
servicio de banquetes completamente descalzo. Nunca le reveló a nadie el
motivo de esta excentricidad, aunque se sabe con certeza que se vio
amenazado por un grave peligro de muerte y, sin mayor esperanza de ser
salvado, le prometió a la Virgen ir descalzo el resto de su vida si
conseguía salvarse. Justo Armas hablaba de un naufragio y la esposa de
Maximiliano, la emperatriz Carlota, ordenó hacer un grabado para
comunicar la muerte de su esposo a las casas reales europeas en el que
se le veía hundiéndose en un barco y abrazado a una bandera blanca».
FRATERNIDAD MASÓNICA
Pero,
¿por qué Benito Juárez, el hombre que juró acabar con los invasores
extranjeros de su país, decidió perdonarle la vida al archiduque y se
prestó a organizar un simulacro de su muerte? «Maximiliano de Habsburgo y
Benito Juárez eran masones y siendo hermanos masones, Juárez no lo
podía matar —explica Deneke—. La única salida que le quedaba era la de
matar al emperador, pero salvar al hombre. El archiduque juró no revelar
nunca más su identidad, fingieron su fusilamiento y le proporcionaron
un salvoconducto para venir a El Salvador en donde vivió más de 60 años,
pues falleció a la edad de 104».
Para Déneke son
muchos los datos que apoyan esta historia que más parece un relato de
ficción y que, de hecho, ya ha sido excelentemente novelada por el
diplomático español Santiago Miralles en «La Tierra Ligera» (Ediciones
de La Discreta). Una teoría que además de ser «ben trovata» parece
«vera» si nos atenemos a los hechos tal y como los cuenta Deneke:
«Después del fusilamiento, todas las potencias europeas presionaron a
México para que devolviera el cadáver de Maximiliano y México respondía
que por motivos de fuerza mayor les era imposible acceder a sus
peticiones. Tengo copias de las fotografías de tres posibles cadáveres
del emperador que no se parecen entre sí y que tampoco se parecen a
Maximiliano. Cuando el supuesto cadáver llegó a Austria, siete meses
después de su ejecución, su madre, la archiduquesa Sofía, exclamó que
ése no era su hijo».
Además, en mayo de 1864 —un mes
antes de ser fusilado en Querétaro—el austriaco, aduciendo razones de
salud, dejó de comparecer en el juicio que se llevaba contra él y ni
siquiera acudió a la lectura de la sentencia. Fueron muy pocas las
personas que pudieron verle en los últimos días, como si se le quisiera
tener expresamente apartado del mundo. El día señalado sólo una veintena
de personas acudieron al lugar de la ejecución y fueron mantenidos a
gran distancia por un cordón de soldados. Para formar el pelotón de
fusilamiento reclutaron a un grupo de campesionos que no habían visto
nunca antes al emperador.
PRUEBA DE ADN POSITIVA
Pero
hay más datos que refuerzan la tesis de Deneker. «Existía un
extraordinario parecido entre las facciones de Maximiliano, Justo Armas y
Francisco José de Austria. Un estudio antropológico de comparación
craneo-facial hecho por una antropóloga costarricense dio resultados
positivos. Contando con la autorización de la familia adoptiva de Don
Justo (los Arbizú) y con todos los permisos legales, se tomo una muestra
de los restos óseos de Armas con el propósito de llevar a cabo la
prueba más contundente para la identificación, el ADN. Recientemente,
cuando encontraron los restos del último zar de Rusia, el Príncipe
Felipe de Edimburgo sirvió como donante para el examen de ADN, pues su
abuela materna era hermana de la zarina Alejandra. En nuestro último
viaje a Austria conseguimos una muestra de sangre de una pariente de
Maximiliano por la línea materna directa para poder llevar a cabo la
prueba que dio positiva. Como positivo fue también el estudio
grafológico que se realizó en Florida comparando la letra de Armas con
la del archiduque».
Otro dato que refuerza esta
teoría es que Justo Armas conservaba en su casa objetos —vajilla,
cristalería, cubertería, una cajita de oro de rapé...— que habían
pertenecido a Maximiliano de Habsburgo y que una mano invisible le
enviaba desde México. «En uno de mis viajes a México —comenta Deneke—
pude comprar algunas piezas de la cubertería de Maximiliano que he
podido comparar con cucharas y tenedores de la cubertería de Don Justo.
Son idénticas. Además, en París llevé todas estas piezas a la casa
Christofle, que había hecho los cubiertos del archiduque, y me
aseguraron que eran de la misma cubertería e intentaron comprármelas
para su museo».
Pero las coincidencias no terminan
aquí. En plena I Guerra Mundial, Don Justo Armas recibió la visita de
dos emisarios austriacos a los que no quiso recibir en su casa. Por
mediación del alemán Alexander Porth, que era propietario del «Nuevo
Mundo», el mejor hotel de San Salvador, Don Justo acudió a la cita
después de dos negativas. «La hija de Porth, Doña Fe, que murió hace
diez años y sabía hablar bien el alemán, me contó cómo fue este
encuentro. Estaba interesada por el comportamiento de Don Justo, ya que
recibía de él clases de etiqueta y no comprendía por qué se mostraba tan
reacio a recibir a estos señores y por qué cuando asistió a la cita,
ésta tuvo lugar en la habitación de los austriacos y no en uno de los
salones. Al encontrarse casualmente por allí pudo oir la conversación en
la que se le pedía a Don Justo que volviera a Austria porque Francisco
José estaba muy enfermo y debía subir al trono. Según contaba Doña Fe,
Armas se negó rotundamente y dijo que en su día se le había obligado a
renunciar al trono a él y a sus herederos, pues su hermano le hizo
firmar esta renuncia antes de ir a México, aunque cuando le condenaron a
muerte la revocó. Dijo que era un hombre anciano, que quería que le
dejaran en paz y abandonó la habitación dando un portazo».
También
resulta significativo que no se rompieran los sellos del archivo
personal de Maximiliano, que él mismo mandó desde México antes de su
caída, hasta mil novecientos treinta y muchos. Y Justo Armas falleció
en 1936. «Parece increíble pensar —concluye Deneke— que el emperador
Maximiliano de México viviera en El Salvador por más de sesenta años
descalzo y sin poder revelar su verdadera identidad. Pero ya no tengo
ninguna duda y creo que el hecho cambia el rumbo de la historia y crea
las bases para trazar nuevos lazos de amistad entre El Salvador, México y
Austria».
Fuente: abc.es
qué incidencia tiene que se coteje la linea vinculada con la zarina Alejandra, para conocer sobre la identidad del zar ? no entiendo cuál es el vínculo. distinto sería si se evalúan los demás restos de la familia descendiente del zar.
ResponderEliminarQue interesante, mi tatarabuela era Bartola Sotolongo Armas y murió de 103 años. Saludos
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