En un un paradójico contraste, arquitectos que hacen uso de una avanzada
y moderna tecnología para diseñar edificios vanguardistas están
fijándose en el centro de la civilización más antigua de toda América
para su inspiración: la ciudad de Caral-Supe, en Perú. Este lugar,
Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO, presenta unos avanzados diseño e
ingeniería que, de ser replicados, podrían ayudar al hombre moderno a
vivir en armonía con la naturaleza y consigo mismo.
Monolito de Caral-Supe, llamado Huanca, con las pirámides al fondo (Foto: Håkan Svensson/Wikimedia Commons) |
La ciudad de Caral-Supe ocupa una superficie de 626 hectáreas y fue
fundada en torno al 3000 a. C. sobre una árida meseta que domina el
valle del río Supe en los Andes, cerca de la costa occidental de Perú.
No se ha hallado en la ciudad signo alguno de guerra o violencia.
Además, el verde valle y sus fértiles terrenos no fueron ocupados,
quedando deshabitados. Las gentes de Caral optaron por vivir en la
meseta desértica, menos sensible desde un punto de vista ecológico.
Según
los arqueólogos, la ciudad probablemente fuera el lugar de nacimiento
de la lengua Quechua, y por tanto su influencia debió extenderse a
Macchu Pichu y a los geoglifos de Nazca.
os residentes de
Caral-Supe vivían sobre una meseta desértica que dominaba el valle del
río Supe, verde durante gran parte del año por la presencia de
vegetación. Los investigadores creen que esta decisión obedeció a la
voluntad de conservar en la medida de lo posible el ecosistema del
valle.
Foto: Håkan Svensson/Wikimedia Commons |
Aunque los habitantes de Caral no conocían la cerámica y sus
manifestaciones artísticas eran más bien modestas, erigieron grandes
monumentos, como pirámides, plazas, anfiteatros, templos y áreas
residenciales, hicieron uso de la agricultura extensiva, se alimentaban
de una dieta variada, desarrollaron la fabricación de tejidos, empleaban
un complejo sistema para realizar cálculos y registrar anotaciones,
construyeron un sistema de abastecimiento de agua y desarrollaron un
intrincado sistema de irrigación. Comerciaban ampliamente con las
culturas vecinas, llegando como mínimo hasta la jungla amazónica, como
evidencian sus grabados en los que aparecen monos.
Los restos de la Ciudad Sagrada de Caral, Perú. Imagen original |
Curiosamente, no se ha hallado prueba alguna de guerras o batallas en
Caral: ni estructuras defensivas, ni armas, ni cuerpos con heridas
violentas. Los arqueólogos creen que las gentes de Caral eran una
cultura pacífica que pasaba un tiempo considerable estudiando el
firmamento, practicando su religión y tocando instrumentos musicales.
laza circular de Caral-Supe (Foto: Håkan Svensson/Wikimedia Commons) |
“Esta es la más antigua civilización jamás descubierta en América, y
sin duda, uno de los más antiguos centros civilizados del mundo, casi
tanto como Mesopotamia y Egipto,” ha declarado a la Agencia
France-Presse la arqueóloga Ruth Shady, que inició sus investigaciones
en este lugar en 1996. La ciudad estuvo habitada en dos ocasiones entre
el 3000 a. C. y el 1800 a. C., siendo abandonada a causa de una sequía y
más tarde cubierta, y por tanto conservada, por la arena transportada
por el viento.
Los residentes de la ciudad desarrollaron un estado sociopolítico pleno
que tuvo un impacto sobre los asentamientos del valle de Supe e incluso
más allá, según la UNESCO. Los arqueólogos encontraron también en la
ciudad un quipu, instrumento que utilizaba un código de cuerdas y nudos
para registrar datos y anotaciones y al que se considera un signo de una
sociedad avanzada.
José Arispe, destacado arquitecto peruano y asesor de la Unión
Internacional de Arquitectos, ha confesado que se maravilla de los
logros de la ingeniería de los antiguos peruanos. Utilizaban conductos
de aire para avivar los fuegos que ardían durante los ritos religiosos
empleando un sistema basado en lo que los físicos llaman el efecto
Venturi, que aprovecha la disminución de presión que tiene lugar en un
fluido cuando éste pasa a través de un espacio más estrecho que aquel en
el que se encontraba.
Las gentes de Caral fabricaban flautas con huesos de cóndores y pelícanos (Imagen original) |
Los antiguos habitantes de Caral-Supe
idearon esta asombrosa tecnología y construyeron su arquitectónicamente
avanzada ciudad utilizando herramientas sencillas. Un grupo de
arquitectos japoneses tiene intención de incorporar a sus trabajos los
diseños de los edificios que protegían a los antiguos habitantes de
Caral de los terremotos. Las gentes de Caral sabían que su ciudad estaba
construida sobre una zona sísmica, así que colgaban sus casas en el
interior de cestas cargadas con piedras que disipaban los movimientos
del terreno e impedían su derrumbe.
La carta de esta asociación de
arquitectos, que representa a 124 naciones, será leída el mes que viene
en la conferencia del clima de las Naciones Unidas que tendrá lugar en
París. Allí, los países del mundo intentarán llegar a un acuerdo para
reducir sus emisiones de carbono, que según los científicos están
provocando el calentamiento global en el mundo.
Quizás los líderes
mundiales, que también hacen la guerra, puedan entonces aprender de la
sabiduría de este avanzado pueblo, que vivía en perfecta paz y armonía
con sus vecinos y con su entorno.
Artículo original en Inglés: www.ancient-origins.net
Fuente: lagranepoca.com
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