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lunes, 27 de febrero de 2017

La Vieja Santa Fe, un tesoro histórico bajo tierra

Un sorprendente “parque arqueológico” permite vislumbrar los cimientos de lo que fue una de las primeras urbes planificadas de Argentina. Destinada al abandono por tres siglos, hoy representa uno de los atractivos culturales más importantes de Sudamérica.



Uno de los atractivos más originales de la Argentina se encuentra en la provincia de Santa Fe. A poco más de dos horas de Buenos Aires, es posible caminar por las calles de una antigua ciudad que se mantuvo escondida tras largos pastizales durante más de 300 años. Se trata del Parque Arqueológico Santa Fe La Vieja, originalmente destinado a ser una de las urbes más importante de la región, con los rastros de una incipiente civilización, que por diversos motivos decidiría dejar todo atrás después de casi un siglo de vida para mudarse a lo que actualmente es la moderna Capital provincial.

A diferencia de lo ocurrido en los primeros asentamientos urbanos de la época, estas tierras en donde ya se habían construido cerca de 70 edificios, entre casonas e iglesias, fueron abandonadas por completo. Destinadas al olvido, recién volverían a ver la luz en 1949, luego de un arduo trabajo realizado por un equipo de investigación que encabezó el especialista Agustín Zapata Gollán. Si bien las autoridades y los vecinos de la zona tenían conocimiento de su existencia, recién entonces se dimensionó el valor testimonial y arqueológico de lo que fue la primera ciudad planificada del Río de La Plata.

Por el túnel del tiempo

Para llegar a este gran tesoro de la historia, es preciso tomar la Ruta Provincial 1 que conduce hasta la balnearia localidad de Cayastá, en el Departamento de Garay. A muy poco minutos de allí, la primera visita recomendada es el Museo de Sitio que reconstruye a través de magníficas piezas el paso del tiempo desde la llegada de los primeros enviados de la Corona a estas tierras, hasta la fundación de la actual Santa Fe de la Vera Cruz, por parte de Juan de Garay, en 1573. El circuito incluye ruinas que fueron testigos de las primeras ocupaciones hispánicas y las explicaciones que obligaron a un traslado inesperado.

El museo alberga en su interior construcciones originales que fueron restauradas y se anexa al denominado Parque Arqueológico, donde es posible apreciar los cimientos de diversas viviendas algunas de las cuales fueron especialmente ambientadas para recrear las actividades de la época. Declarado Monumento Histórico Nacional, el sitio permite identificar lo que fue la Casa del Conde Tessieres de Boisbertrand, el solar que el mismo Juan de Garay ocupó, el Colegio de la Compañía de Jesús, y, en el centro de la Plaza de Armas, una réplica de lo que fue el famoso Rollo fundacional.

Una de las áreas más interesantes es la Iglesia de San Francisco, en cuyo interior protegido de todas las inclemencias climáticas se encontró un pequeño cementerio donde descansan, entre otros, los restos de la hija del fundador, Jerónima de Contreras, y su esposo, Hernandarias de Saavedra, el primer gobernador criollo del Río de La Plata. En las manzanas más alejadas también se ven los templos de otras órdenes religiosas -como las de Santo Domingo y La Merced- y otras viviendas menores, aunque no todas están abiertas al público por las delicadas condiciones de sus estructuras.



Paseo interactivo

Las casi 70 hectáreas que componen hoy Santa Fe La Vieja, corresponden a poco más de la mitad de la traza fundacional y muchas de las construcciones sólo conservan partes bajas de los muros que fueron hechos bajo la técnica de tapio o tierra apisonada. También fueron encontrados fragmentos de tejas, algunas de ellas con dibujos e inscripciones, objetos en cerámica y utensilios de la época. De acuerdo al registro arqueológico, durante los 100 años de vida que tuvo la ciudad, se dio origen a una sociedad compleja y pluriétnica en la que convivieron españoles, criollos, mestizos, culturas aborígenes y africanos esclavos.

Complementario al Parque, resulta imperdible una visita a la Casa de Vera Muxica que recrea en cada uno de sus ambientes la manera de vestirse, de alimentarse y la vida doméstica de aquellos años hispánicos. Pueden percibirse los aromas provenientes de la cocina, y a los lejos se escuchan conversaciones que pudieron haber existido entre esas paredes. Se trata de un paseo interactivo, especialmente ambientado con luces y sonidos, para que el visitante se sienta parte de la historia ante réplicas de muebles del siglo XVII, viejos artefactos de iluminación y una típica decoración.

Los orígenes del final

El 15 de noviembre de 1573, Garay fundaría la ciudad sobre la barranca occidental del río de los Quiloazas, actualmente denominado San Javier, siguiendo la típica traza de la ciudad, destinando áreas alejadas para la plantación de frutales y la cría de ganado. Sin embargo, el esfuerzo no rindió los frutos esperados. A mediados del siglo XVII el Cabildo ordenó el traslado, por el aislamiento que generaba la creciente del río y las presiones de la cultura calchaquí sobre la frontera. Finalizada la mudanza, alrededor de 1670 la primitiva ciudad quedó despoblada y bajo una creciente maleza que se encargaría de sepultar el paso de una población que se estima de unos 2.000 habitantes. Es por eso que su hallazgo casi 300 años después la convirtió en una fuente permanente de investigación y conocimiento.

Fuente: Perfil.com

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