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sábado, 11 de febrero de 2017

El tipo que le vendió a Europa un país de Sudamérica que no existía (dos veces)

Pocas historias resultan tan increíbles como la del soldado escocés Gregor MacGregor. Si su etapa como comandante en la Guerra de Independencia de Venezuela ya fue gloriosa, lo ocurrido después quedará para siempre en los anales de la historia. El tipo vendió un país que no existía. Dos veces.



MacGregor nació en Edimburgo en 1786, hijo de Daniel MacGregor, antiguo capitán de la East India Company. En 1803 y con tan sólo 16 años el joven se une a la Armada Británica. A partir de ese momento comienza una meteórica carrera donde acaba casándose con María Bowater, una joven adinerada hija de un almirante británico. María muere en 1811 y MacGregor decide tomar un nuevo rumbo en su vida.

Era el principio del siglo XIX y gran parte de Europa miraba de reojo los acontecimientos que tenían lugar entre Sudamérica y el Imperio español. Sobre 1810 se iba a producir un momento importante en la vida del soldado escocés. Simón Bolívar acude a Londres en misión diplomática con la intención de reclutar oficiales a su causa. MacGregor no lo duda ni un instante y entra a servir como coronel. Su destino: Venezuela.

En este punto de la historia existe bastante controversia entre la realidad y el mito, pero queda claro en mayor o menor medida que el hombre se iba a convertir en un soldado por la libertad. De entre las hazañas que se cuentan tenemos la que ocurrió el 26 de marzo de 1812 en el terremoto de Caracas. Cuentan los libros de historia que el escocés perdió la mayor parte de su ropa tratando de auxiliar a los heridos.

Poco después el señor Gregor decide prestar sus servicios a los revolucionarios venezolanos y obtiene el título de general de Brigada de Caballería por su valentía. En Caracas se casa con Josefa Aristeguieta (prima de Bolívar) y tras la caída de la Primera República emigra a Cartagena de Indias para unirse a Bolívar.

A partir de este momento, su figura surge en cada conflicto bélico del país. En 1816 se dirige a Estados Unidos en misión especial. Bolívar quería lograr la independencia de Florida y torpedear el apoyo estadounidense a los realistas en Venezuela.

Tras un periplo de lucha en la zona de Florida, MacGregor acaba en 1820 en la llamada Costa de Mosquitos (Mosquitia), un área histórica ubicada en su mayor parte al este de Nicaragua y la otra parte en Honduras. MacGregor pasa una temporada con los habitantes de la zona y supuestamente firma un tratado con el rey de Costa de Mosquito, George Frederic Augustus I, quien le ofrece unas pequeñas tierras a cambio de bienes para la colonización del territorio de los Poyais. De hecho, él mismo se nombra Príncipe de Poyais y si te estás preguntando por qué razón nunca habías oído hablar de este lugar es porque simplemente no existe. El escocés se había inventado un país.

No sólo eso. Iba a ser capaz de venderlo hasta dos veces.

La estafa del siglo

En 1820 MacGregor da por terminada su etapa como militar y regresa al Reino Unido instalándose en Londres como Príncipe de Poyais. Lo cierto es que su vuelta a las tierras británicas resultó perfecta. Gran parte de la alta sociedad le tenían como una figura con “pedigrí”. En primer lugar por pertenecer al clan MacGregor (descendencia de Roy MacGregor), pero quizás más importante, por haber sido abanderado en la lucha por la independencia de Venezuela.

MacGregoor 1804 (Wikicoms)

Aquí empezaron también las primeras mentiras. El escocés decía a quién le quisiera escuchar que en la Costa de Mosquitos donde se encontraba el país de Poyais él era el mandamás. MacGregor aseguraba ser Gregor I, Príncipe de Poyais y cacique del pueblo Poyais. Además cuando hablaba de “su” país hablaba en términos de un lugar emergente, un lugar que se había transformado en un estado próspero donde disfrutaba de una vida de riquezas (con castillo incluido).

A los inversores y la gente adinerada aquello le sonaba a música celestial. El Príncipe de Poyais explicaba que el país tenía grandes cantidades de oro y tierra muy fértil para los nuevos colonos. Lo curioso es que nadie le llevó la contraria ni dudó de sus palabras. Además en aquella época en el Reino unido se sabía muy poco sobre las antiguas colonias ibéricas, amén como decimos de las ganas por encontrar nuevos mercados.

En este punto existe controversia pero muchos historiadores afirman que MacGregor tuvo que hacer algo más, quizás ofrecer algo de dinero a personas influyentes para conseguir la aceptación de políticos sobre sus ideas acerca de Poyais. Poco después el escocés es recibido por el rey Jorge IV, quién lo acaba nombrando Sir Gregor con el fin de promover las relaciones entre ambos países.

Llegados a este punto y con la mentira tomando velocidad de crucero sin freno alguno, MacGregor empieza a hacer dinero con el supuesto país. ¿Cómo? Lo primero que hizo fue dibujar un cuadro del territorio, un detalle importante para que los posibles inversores se hicieran una idea. Luego publicó un manual junto a una serie de folletos publicitarios. Por último organiza presentaciones por todo el Reino Unido y crea oficinas de inmigración donde vendía al público potencial terrenos baratísimos de Poyais.

Sir Gregor, no hay que olvidarlo, había llegado hasta las más altas esferas. De esta manera consiguió nombrar a muchos de los británicos más pudientes como empleados de Poyais, ayudándole para“vender” las bondades del país. El hombre cambiaba libras esterlinas de los compradores de tierras a cambio del supuesto dinero de Poyais.

Así, en septiembre de 1822 partieron una serie de barcos repletos de colonos ávidos por conocer esa tierra fértil y próspera de Sudamérica que les había vendido Sir Gregor. Un mes de después el príncipe de Poyais obtiene un préstamo por valor de 200 mil libras esterlinas, dinero que llegaba desde un famoso banco londinense para que pudiera promover las relaciones entre países que tanto estaba cultivando.

Dos años después de su regreso al Reino Unido el plan de MacGregor (si es que alguna vez hubo uno) recibe un revés. Ocurre que en algún momento aquellos barcos que zarparon del Reino Unido tenían que llegar y encontrarse con la cruda realidad. Cuando los primeros inmigrantes llegaron al río Negro, donde se suponía que debía estar Poyais, se encontraron que sólo había unos cuantos indígenas con muy pocos recursos y un terreno destartalado. Ni rastro de dicha capital o de un puerto donde atracar.

Estos primeros inmigrantes británicos se dieron cuenta muy pronto de que aquello había sido un engaño. Pero era el siglo XIX, así que no podían hacer mucho más que intentar sobrevivir en aquel lugar bajo unas condiciones extremas. Muchos de los colonos murieron en los meses siguientes, otros se adaptaron a duras penas y fueron evacuados de la zona en 1823 rumbo al Reino Unido.

El segundo revés para aquellos que aún guardaban esperanzas de la aparición de Poyais ocurrió el 8 de julio de 1824. Ese día la nueva República de Colombia declaró que Poyais no existía. Curioso, porque incluso siendo así, MacGregor se libró del escarnio público debido a las contactos que tenía. No sólo eso, Sir Gregor siguió vendiendo acciones entre 1825 y 1826.

Ya sea por miedo o simplemente por intentar hacer negocio en otro lugar, el hombre abandona el Reino Unido con dirección a París. Allí continúa con la estafa. Crea más asociaciones y le vende a los franceses la idea de Poyais. Y aunque parezca mentira, en otoño de 1825 volvían a partir un gran número de barcos repleto de franceses sonrientes en busca de ese pedazo de tierra que les iba a cambiar la vida.

Supuesto Puerto de Poyais
Mientras, el Príncipe de Poyais, probablemente uno de los tipos más narcisistas de la historia del siglo XIX, regresa sin ningún pudor a Londres. Era el año 1827 y el tipo es detenido nada más pisar el suelo británico. Una vez más sus contactos le libran de una pena mayor, pero ya no tiene donde esconderse. En Francia también lo buscan cuando comenzaron a llegar los ecos de los primeros inmigrantes franceses estafados. Y al igual que en el caso de sus compatriotas, la estafa de MacGregor también supuso la muerte de mucho colonos franceses que habían apostado todo por la nueva vida en Poyais.

MacGregor escapa y se retira durante unos años en algún punto en Europa. Dicen que hasta mediados de 1830 siguió intentando vender acciones de Poyais a quién quisiera escucharle. Ironías de la vida, los últimos días de MacGregor discurren en Sudamérica, epicentro de la estafa. El hombre se refugia en Venezuela, lugar donde incluso llega a nacionalizarse.

Sir Gregor MacGregor Príncipe de Poyais muere el 3 de diciembre de 1845 en Caracas. La mayoría de los libros que cuentan su historia lo reflejan como un tipo soñador, tremendamente narcisista y probablemente víctima de su propio fraude, el cual es muy posible que él mismo llegase a creerse.

Fue, probablemente, la gran estafa del siglo XIX. Una que, desgraciadamente, también supuso la muerte de muchos inocentes por el camino.

Fuente: Gizmodo.com

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