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viernes, 8 de julio de 2016

El día que Belgrano lloró

Era el 6 de julio de 1816. Apenas había transcurrido un día desde que Manuel Belgrano había llegado a Tucumán, viniendo desde Buenos Aires. Hacía poco tiempo también que había estado en Europa, y los Diputados reunidos en el Congreso, deseaban escuchar fervientemente las frescas noticias llegadas del Viejo Mundo.


En sesión secreta se reúne el Congreso. para escuchar al creador de la bandera, vencedor de la Batalla más importante de la Historia Argentina, lograda ahí mismo, en Tucumán.

Manuel Belgrano, subido al estrado, efectuó uno de sus más bellos discurso de toda su vida, discurso que sin duda definiría la suerte de una Nación...

Habló desde el corazón, como sólo él podía hacerlo. Contestó primero algunas preguntas de algunos diputados para luego explayarse sobre la situación europea. Dijo que los tiempos habían cambiado. Dijo que el apoyo europeo que alguna vez pudimos haber tenido al iniciar nuestra guerra emancipadora, había sido cambiado por el descrédito causado por nuestras luchas internas. No se nos tomaba en serio. Y que no debíamos esperar ayuda de nadie. Textualmente dijo:

"...Aunque la resolución de América en su origen mereció un alto concepto de los poderes de Europa por la marcha majestuosa con que se inició, su declinación en el desorden y anarquía continuada por tan dilatado tiempo ha servido de obstáculo a la protección, que sin ella se habría logrado; así es que, en el día debemos contarnos reducidos a nuestras propias fuerzas...."

Palabras de Belgrano dichas hace exactamente doscientos años...
Y luego prosiguió su bello discurso, diciendo que cómo era posible, que después de seis años de luchas por nuestra Libertad e Independencia, desde aquel 25 de mayo de 1810, aún en 1816 no habíamos logrado crear un sistema de gobierno fuerte, serio, creíble y civilizado.
Dice Mitre:

"Su palabra era sencilla y elocuente y su acento conmovedor; al terminar su discurso, su rostro estaba humedecido por las lágrimas y su auditorio lloraba con él, convencido por sus razones, y cautivado por su sinceridad".

Manuel rompió en llanto aquel seis de julio de 1816, contagiando sus lágrimas a muchos de aquellos congresales, que lloraron juntos a puertas cerradas en aquella sesión secreta.
Pocos años después, Belgrano recordaría:

"Yo hablé, me exalté, lloré e hice llorar a todos, al considerar la situación infeliz del país. Les hablé de monarquía constitucional con la representación soberana de la casa de los Incas; todos adoptaron la idea".

Sin lugar a dudas, aquel discurso de Belgrano terminó de persuadir a los indecisos, y apenas tres días después, el Congreso de Tucumán declaraba la Independencia Argentina.
Todo eso sucedió en uno de los peores momentos de la Historia Nacional, cuando las Provincias Unidas del Río de la Plata corrían serio riesgo de diluirse en luchas intestinas.
Quizás las lágrimas del Prócer lograron lo que las palabras no pudieron, y así la unión de aquellas voluntades comprendieron el mensaje.

El llanto de Manuel, también es artífice de nuestro destino como Nación.

Fuente: Granaderos Bicentenario

1 comentario:

  1. Yo no creo que hayan llorado. Buscaban una monarquía constitucional con representación de los Incas, no sabían lo que querían, excepto que no querían perder los privilegios de los porteños (de Buenos Aires)

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