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miércoles, 16 de marzo de 2016

El mestizaje biológico y cultural

Para entender el mestizaje biológico se debe indefectiblemente recurrir a la genealogía



Es muy rico el material que podemos desentrañar en nuestra Salta, respecto al mestizaje y al hombre universal, es decir, cuando dos o más culturas se encuentran en situación de convivencia en un proceso de diversas etapas y situaciones que sin perder su identidad, asimilan también los aportes de otros pueblos desplegándose "todas las ricas posibilidades del mestizaje cultural”.

Alcanza con comparar la historia de América con la de los pueblos de Europa o de Asia para que deduzcamos ese dinamismo particular de encuentros culturales que se sucedieron vertiginosamente en nuestro territorio, donde los Incas aún no habían terminado de llegar y asentar la impronta de su cultura sobre las tribus locales, cuando llegan los españoles y empiezan a echar raíces, e inmediatamente irrumpe la apertura inmigratoria y luego la movilidad del siglo XX.

Tal como señaló la recordada profesora Leonor Navamuel de Figueroa "todo esto hace que seamos un pueblo especialmente ejercitado para receptar a los "otros” y asimilar elementos de otras culturas en un proceso de "mestizaje cultural” (…). El hecho del mestizaje cultural "es” nuestra especial situación concreta”.

Para entender el mestizaje biológico se debe indefectiblemente recurrir a la genealogía. Una familia no solo se compone de padres, hijos y hermanos, sino que esos padres tienen un padre y una madre, 4 (cuatro) abuelos, 8 (ocho) bisabuelos, 16 (dieciséis) tatarabuelos, 32 (treinta y dos) cuartos abuelos, 64 (sesenta y cuatro) quintos abuelos y así sucesivamente, los sextos abuelos de todas las personas del mundo, suman 128 (ciento veintiocho) individuos que componen los antepasados de esa generación.

Es entonces, una cuestión matemática genealógica de todos los seres humanos, que en una larga lista de progenitores, cuantas más generaciones ascendamos, veremos que más serán los antepasados que dieron su aporte para el nacimiento de una sola persona. Uno mismo. Si nos remontamos al siglo VIII d/C hasta nuestros días y calculamos unas tres generaciones y media por siglo de promedio, nos encontraremos que suman 34 (treinta y cuatro) generaciones, y por lo tanto nuestros predecesores serán más de 17 (diecisiete) millones de personas. 

De igual manera no debemos desconocer, que la cantidad de habitantes en el mundo hace XIII siglos, eran mucho menos de 17 (diecisiete) millones. Si tomamos a un antepasado nacido en el 750 d/C advertiremos que provenimos de una misma persona muchas y reiteradas veces, quizá cientos de veces, y por lo tanto es muy probable que más de una persona que eventualmente nos acompaña en el ómnibus o en la sala de un cine, también sin que sepamos, comparte un antepasado con nosotros y por lo tanto resulta ser pariente nuestro.

Es el genealogista argentino Justino Terán Molina, quien ha planteado que el mundo es una gran endogamia, con más o menos repeticiones según los pueblos, demostrando que en diez siglos, tomando tres generaciones por siglo, la suma total de todos los ascendientes de cada uno de nosotros son cientos de millones, y aunque parezca insólito, pasamos las mil millones de personas, desde el primero, sumando sus padres, más sus abuelos, bisabuelos, tatarabuelos, etc. Así, con estos cálculos –añade Terán- nadie está exento de descender del Cid o de Carlomagno. Y en el caso de los americanos, de descender –potencialmente- de todos o casi todos los conquistadores y fundadores de ciudades, o bien tener la realeza europea e incaica en nuestras venas, ensamblada con sangre árabe, judía, asiática o africana.

Este apartado del tema inicial, no es otra cosa que un cálculo matemático para ayudarnos a razonar y concluir genealógicamente hablando, que todos venimos de la gran diversidad de migraciones humanas producidas en todo el mundo.

Además, como bien explica Jean Guy LeBlanc, el ancestro común más reciente de los seres humanos, puede ser determinado por exámenes genealógicos de ADN, y no implica la limitación demográfica o la idea de una primera pareja (el Adán y Eva bíblicos). El ancestro común más reciente de cualquier persona viva pudo haber coexistido con una gran cantidad de población humana, la mayoría de los cuales no tienen descendientes vivos actualmente, o bien son ancestros de casi todos los seres humanos vivos del presente.

Aquellos primeros vecinos españoles en América con sus familias, sugiere Manuel Lizondo Borda, son "como las primeras plantas que, venidas de España, prenden en el nuevo suelo, florecen, dan fruto”, proporcionando "las primeras semillas y viveros de la vegetación humana que hoy constituye los pueblos hispanoamericanos”. Pone en claro Ignacio Tejerina Carreras, que a partir de la fundación de Barco –la primera ciudad de la República Argentina- el 29 de junio de 1550, comienza con el tiempo el mestizaje entre españoles y aborígenes. Con la llegada de la mujer española y con la presencia de la mujer indígena, comienzan a surgir los primeros nacimientos de niños criollos y niños mestizos, a los que luego se agregarán niños de raza negra y también mulatos, lo cual no significa ni más ni menos que el componente esencial y primigenio de la población argentina hasta la llegada de la inmigración masiva en el siglo XIX. Esta memoria histórica, aletargada en lo que respecta a los tres primeros siglos de vida del país, rompe con algunos mitos históricos que se han dado, como que no tenemos identidad nacional, y que somos un país joven, producto únicamente de los barcos. Pues los argentinos tenemos identidad y por su origen, es hispano-criolla; sociedad que se ha ido nutriendo con la presencia de otras corrientes.
No importa quienes aportaron más o menos en esta nueva cultura mestiza. En efecto, los grupos de fundadores de ciudades a fines del siglo XVI establecen las primeras familias y constituyen los pueblos hispanoamericanos que con esfuerzo y una vida alerta, se desarrollaron a través de la acción y obras de descendientes –puros y mezclados- de españoles, criollos y aborígenes, y cuyo patrimonio material y moral, quedó en beneficio de estos pueblos.

* Por Rodolfo Leandro Plaza Navamuel. El autor es vicepresidente, director y coordinador general de publicaciones del Centro de Investigaciones Genealógicas de Salta y del Instituto Güemesiano de Salta. Diplomado universitario en genealogía y heráldica (USP-T). Ha obtenido importantes distinciones. Autor de numerosos libros de historia y genealogía y de diversos artículos históricos y culturales en diarios y revistas argentinas.

1-Para entender el mestizaje biológico se debe indefectiblemente recurrir a la genealogía. Una familia no solo se compone de padres, hijos y hermanos, sino que esos padres tienen un padre y una madre, 4 (cuatro) abuelos, 8 (ocho) bisabuelos, 16 (dieciséis) tatarabuelos, 32 (treinta y dos) cuartos abuelos, 64 (sesenta y cuatro) quintos abuelos y así sucesivamente, los sextos abuelos de todas las personas del mundo, suman 128 (ciento veintiocho) individuos que componen los antepasados de esa generación

2-De igual manera no debemos desconocer, que la cantidad de habitantes en el mundo hace XIII siglos, eran mucho menos de 17 (diecisiete) millones. Si tomamos a un antepasado nacido en el 750 d/C advertiremos que provenimos de una misma persona muchas y reiteradas veces, quizá cientos de veces, y por lo tanto es muy probable que más de una persona que eventualmente nos acompaña en el ómnibus o en la sala de un cine, también sin que sepamos, comparte un antepasado con nosotros y por lo tanto resulta ser pariente nuestro. 

1 comentario:

  1. Muy buen artículo!. Demuestra que no hay razas puras, todos somos café con leche. Éso de que los argentinos descienden de los barcos es mentira. Los europeos se mezclaron con los indígenas y luego con los negros.

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