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viernes, 4 de septiembre de 2015

De piel clara y pelo oscuro: Así eran los primeros agricultores de la Península Ibérica

 Secuencian el genoma completo de una mujer que vivió hace 7.400 años a partir de un diente encontrado en la Cova Bonica, en Vallirana (Barcelona)

El objetivo es tener una base de datos de individuos de la Prehistoria que permita comparar qué genes han ido cambiando 


Era una mujer, tenía la piel clara, el pelo oscuro, los ojos marrones, era intolerante a la lactosa y vivió hace 7.400 años en el territorio que hoy es Cataluña. A partir de un diente aislado encontrado en la Cova Bonica de Vallirana, un equipo de científicos españoles y daneses ha secuenciado el genoma de uno de los primeros agricultores que vivió en el área mediterránea.

No fue tarea fácil porque, según relata a este diario Carles Lalueza-Fox, investigador del Instituto de Biología de Barcelona (CSIC-Universitat Pompeu Fabra), la pieza dental se encontraba en mal estado de conservación y han tardado más de un año en completar este trabajo, que publican esta semana en Molecular Biology and Evolution.


Los primeros agricultores que llegaron a Europa procedentes de Oriente Próximo entraron por Anatolia y los Balcanes hace unos 8.000 años y se ramificaron al proseguir por dos rutas muy distintas. Algunos se dirigieron a Centroeuropa a través del Danubio, mientras que otros pusieron rumbo a la Península Ibérica siguiendo el Mediterráneo. 

Dos rutas: Centroeuropa y la Península
"Teníamos ya los genomas de varios individuos de Centroeuropa, pero ninguno de los agricultores que se establecieron en la Península Ibérica por lo que, desde el punto de vista genético, eran desconocidos", relata por teléfono este especialista en genomas antiguos.

Ahora, el análisis genético del diente de esta mujer neolítica demuestra, según los autores, que los agricultores de Centroeuropa y del Mediterráneo tienen un origen común.

Los agricultores que se establecieron en el Mediterráneo, como la mujer cuyo genoma acaba de ser secuenciado, desarrollaron su propia cultura, denominada cerámica cardial por las incisiones decorativas que realizaban en las piezas con los bordes de conchas de bivaldos del género Cerastoderma (antes llamado Cardium).

"Las condiciones ambientales del área mediterránea son mucho menos favorables para la conservación del ADN que las de Centroeuropa", añade.


Otra dificultad a la que tuvieron que hacer frente a la hora de trabajar con este diente es que "estas muestras antiguas tienen un alto componente de ADN bacteriano, hasta el punto que el ADN del individuo es minoritario. Sólo un 5% de lo que secuencias es humano, el 95% es descartable porque es ADN ambiental", explica el genetista.

En mejor estado se encontraban las muestras a partir de las cuales el mismo equipo secuenció en 2014 el genoma de un cazador mesolítico, que denominaron el hombre de La Braña en León. Tenía la piel más oscura que los europeos actuales, pelo oscuro y ojos azules, unas características muy diferentes a la de esa mujer neolítica, pese a que "eran contemporáneos, pues ambos individuos sólo estaban separados por 800 kilómetros de distancia y 600 años", señala.

Los individuos como el de La Braña, con una combinación de rasgos que ya no existe, eran descendientes de las poblaciones paleolíticas europeas de hace miles de años.

Al igual que el hombre de La Braña, la mujer de la Cova Bonica era intolerante a la lactosa: "Ya sabíamos que los primeros agricultores no podían ingerirla. Hasta hace 4.000 años los humanos [adultos] eran intolerantes a la lactosa", recuerda el investigador.

Una base de datos de genomas de la Prehistoria
El genoma de esta mujer del Neolítico se incorporará a la base de datos que están haciendo y que les permitirá tener una visión de toda la Prehistoria de la Península Ibérica. Según apunta Lalueza-Fox tienen ya analizados medio centenar de individuos del Mesolítico y diversos periodos del Neolítico, y su objetivo es llegar a la Edad Media.

"La importancia de esos genomas reside en que nos permitirá tener una referencia genómica real. Un genoma completo es una puerta abierta a investigaciones futuras para analizar qué genes han cambiado a lo largo de miles de años debido a enfermedades infecciosas o a grandes plagas, como la peste", dice el científico.

"Podremos ir mirando en el tiempo y en el espacio qué variantes tienen esos individuos. Es interesante para entender el cambio del modo de vida tan drástico que hay entre ser un cazador o un agricultor, porque muchas enfermedades llegaron de los animales domésticos", señala. 

Fuente: El mundo.es

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